Respeto, responsabilidad y reacción.
De repente en el pasillo cayó el silencio. Un
silencio que permitía oír la rabia de los familiares y los latidos del corazón
del compañero que tenías a tu lado. Un silencio ensordecedor que repetía
respeto, responsabilidad y reacción.
Fue un orgullo ser parte de aquel
pasillo con muros compuestos por uniformes de Agentes Medioambientales de toda
España, que acompañaban a las familias de los compañeros asesinados hacia la
escultura que materializará el permanente recuerdo de la falta de esos dos
agents rurals que dieron su vida por el servicio público de la custodia y
protección de la naturaleza.
A raíz de los hechos que allí nos reunieron y la penosa actitud de gran parte de la estructura jerárquica, responsables-asesores y políticos, podemos llegar a entender la
constante, interesada y lamentable gestión del Cuerpo de Agentes
Medioambientales, su falta de desarrollo potencial lastrado y frenado por la política y esos despachos técnicos. Ya que es evidente,
y de ahí el principio de separación de poderes, que el Gobierno no realizará un
correcto servicio público, al no gestionar eficientemente sus recursos, si
aquellos despachos desde los que emanan las autorizaciones y planes también
tienen el control de los funcionarios que velan por el cumplimiento de las
leyes que deban respetar esas autorizaciones y planes.
Pero lo que es execrable y
demuestra su desconocimiento, falta de competencia y capacidad es que esos
políticos y asesores nieguen la evidencia de que nuestro día a día es una suma
de situaciones potencialmente peligrosas al acumular esos riesgos, que por más
que les intentamos hacer ver y explicamos reiteradamente, niegan, menosprecian,
infravaloran, ridiculizan,…
Llegados a este punto la
coherencia deja claro que es del todo razonable que el Cuerpo de Agentes
Medioambientales, en pro de un sano y eficaz servicio público, vea la imperante
necesidad de que éste pase a depender de una Consejería independiente del poder
ejercido por los gestores medioambientales, con conocimientos y capacidad para llevar
a cabo una verdadera custodia del medioambiente. De no ser así dicho Gobierno
mantendrá el obligado y mínimo necesario de protección ambiental para
justificar su “implicación y defensa” de los valores medioambientales, pero
demostrará una total incapacidad y negligencia como gestor público al
despreciar sus recursos ya existentes y el potencial de los mismos en beneficio
de la ciudadanía.
Respeto, responsabilidad y reacción.