viernes, 17 de marzo de 2017

Respeto, responsabilidad y reacción

Respeto, responsabilidad y reacción.
De repente en el pasillo cayó el silencio. Un silencio que permitía oír la rabia de los familiares y los latidos del corazón del compañero que tenías a tu lado. Un silencio ensordecedor que repetía respeto, responsabilidad y reacción.



Fue un orgullo ser parte de aquel pasillo con muros compuestos por uniformes de Agentes Medioambientales de toda España, que acompañaban a las familias de los compañeros asesinados hacia la escultura que materializará el permanente recuerdo de la falta de esos dos agents rurals que dieron su vida por el servicio público de la custodia y protección de la naturaleza.

      



A raíz de los hechos que allí nos reunieron y la penosa actitud de gran parte de la estructura jerárquica, responsables-asesores y políticos, podemos llegar a entender la constante, interesada y lamentable gestión del Cuerpo de Agentes Medioambientales, su falta de desarrollo potencial lastrado y frenado por la  política y esos despachos técnicos. Ya que es evidente, y de ahí el principio de separación de poderes, que el Gobierno no realizará un correcto servicio público, al no gestionar eficientemente sus recursos, si aquellos despachos desde los que emanan las autorizaciones y planes también tienen el control de los funcionarios que velan por el cumplimiento de las leyes que deban respetar esas autorizaciones y planes.
Pero lo que es execrable y demuestra su desconocimiento, falta de competencia y capacidad es que esos políticos y asesores nieguen la evidencia de que nuestro día a día es una suma de situaciones potencialmente peligrosas al acumular esos riesgos, que por más que les intentamos hacer ver y explicamos reiteradamente, niegan, menosprecian, infravaloran, ridiculizan,…

Llegados a este punto la coherencia deja claro que es del todo razonable que el Cuerpo de Agentes Medioambientales, en pro de un sano y eficaz servicio público, vea la imperante necesidad de que éste pase a depender de una Consejería independiente del poder ejercido por los gestores medioambientales, con conocimientos y capacidad para llevar a cabo una verdadera custodia del medioambiente. De no ser así dicho Gobierno mantendrá el obligado y mínimo necesario de protección ambiental para justificar su “implicación y defensa” de los valores medioambientales, pero demostrará una total incapacidad y negligencia como gestor público al despreciar sus recursos ya existentes y el potencial de los mismos en beneficio de la ciudadanía.
Respeto, responsabilidad y reacción.