Para AEAFMA, el balance de incendios forestales y hectáreas arrasadas en lo que va de año, sustancialmente inferior a la media, no es un motivo de satisfacción, ya que son las condiciones atmosféricas las que siguen pilotando las estadísticas, y el fuego continúa originando pérdidas cuantiosas y, lo que es peor, devorando vidas humanas, como la del piloto fallecido el pasado sábado en Almansa.
La brusca caída de las cifras pone de
manifiesto que es el estado del tiempo el que conduce a que, en lo que
va de año, hayamos sufrido 8.526 incendios frente a la media de la
década, que arroja, siguiendo datos del MAGRAMA, 12.590. El balance de
hectáreas quemadas ―41.206 hasta el 7 de septiembre frente a las 100.405
de media anual― no se corresponde con ningún incremento en el volumen
de efectivos destinados a la lucha contra los incendios, que no ha
crecido en los tres últimos años. En pleno siglo XXI, se sigue en buena
medida a merced de los elementos.
La experiencia viene demostrando desde
hace tiempo que dedicar una cantidad ingente de recursos humanos y
materiales a la extinción de los incendios forestales sin hacer hincapié
en la prevención, no deja de ser una batalla perdida que al final
ganará el fuego. El esfuerzo por dotarse de recursos siempre debe ir
acompañado de un empeño similar en prevención.
Solo hay que observar el estado actual
de las masas forestales en Valencia, Alicante, Murcia o Almería para
darnos cuenta de que es cuestión de tiempo el que sufran la devastación
de las llamas: únicamente hace falta que coincida un día de altas
temperaturas con un viento fuerte y seco del oeste para que la
catástrofe se desencadene.
Los agentes forestales y
medioambientales de España exigimos que se incremente sustancialmente el
esfuerzo en prevención. Los presupuestos invertidos en tareas
preventivas contra los incendios forestales son irrisorios en
comparación con el coste que conlleva la extinción y la recuperación de
los sistemas forestales desaparecidos.
Y una prevención eficaz pasa
inevitablemente por redoblar los esfuerzos en mantener en todo el
territorio español unos equipos de vigilancia activa de agentes
forestales que se dediquen de manera especial a disuadir a los
incendiarios de sus acciones, a garantizar que se cumplan los
condicionantes en las quemas autorizadas, a impedir el uso del fuego en
las zonas forestales y sus aledaños, a concienciar a los usuarios del
monte sobre las conductas que resultan peligrosas y a asegurar el
cumplimiento de las normas de prevención de incendios forestales. No es
suficiente con un anuncio en televisión o con plasmarlo en un boletín
oficial.
Prevenir es verificar el estado de las
líneas eléctricas, evitar la presencia de material combustible próximo
al ferrocarril, controlar o limitar los espectáculos pirotécnicos y
evitar negligencias en el uso de dispositivos y herramientas que generen
chispas o deflagraciones. Prevenir, en definitiva, es llevar a cabo
actuaciones que minimicen los riesgos de accidentes o las negligencias
en el uso del fuego. El Estado y las Comunidades Autónomas disponen de
seis mil agentes forestales para llevar adelante un verdadero plan de
prevención de incendios. Solo necesitan instrucciones precisas en esa
dirección y una inversión continuada en medios humanos que optimicen el
alcance de estas labores. Preparación, les sobra. La investigación de
las causas de los incendios debe servir para algo más que para llevar,
cuando lo hay, al culpable ante el juez. Precisamente porque sabemos
cómo se originan los incendios, AEAFMA recuerda ahora que es necesario
reducir esas causas, y ello solo puede lograse mediante un arma tan
silenciosa como eficaz: la prevenciónFuente: AEAFMA